Hay muchas formas de entender el verano. Con esos atascos, los 40º, la ‘suegra’, la chiquillería, los pies quemados en la arena, la sal. Y, a veces, también están las noches, las cenas en torno a una mesa, los higos (sí, los higos), el viento por la espalda en la siesta, el agua muy fría, y los vinos blancos. Los vinos que nos hablan de un tiempo, de una zona, de un momento.
Ramón Do Casar es tradición –gallega-, es la Ribera del Miño, es honestidad.
Ocho hectáreas de Treixadura, Godello y Albariño plantadas en la propia finca, respetando como pocas el medio ambiente y frente a unas imponentes vistas del río Miño. Apuestan por un sistema de producción integrada y por marcos de plantación ámplios (2,5 por 1,25 metros) que, aunque suponen menos plantas por hectárea, permite mayor ventilación y horas de sol reduciendo así el uso de fitosanitarios.
Javier González, Ramón y Etelvino son los tres hermanos promotores de este proyecto, que toma el relevo de varias generaciones de la familia dedicadas a la viticultura. La parte enológica está capitaneada por el talento de Pablo Estévez.
Ramón Do Casar 100% Treixadura, DO Ribeiro, en su añada 2013 es un vino con personalidad, varietal, que refleja fielmente el terroir, su procedencia.
Aroma franco, limpio, donde destacan el hinojo y el romero. El melocotón se enreda en la boca para dejarnos un largo recuerdo aromático. Untuoso, aún fresco, con esas connotaciones florales que tanto bien nos hacen en agosto, en verano…